LA CARRETERA
Tengo hambre y llegaré tarde a casa, decido detenerme a cenar si no será otro día más sin alimentarme y seguiré
adelgazando. Me detendré en ese restaurante al que llegan los camioneros, la comida es abundante y fresca.

Me mantengo por la derecha de la carretera y cuando diviso el letrero con un plato y unos cubiertos disminuyo la
velocidad. Ya estan los camioneros cenando, a la rápida cuento siete camiones.

Siento una curiosidad especial por estos hombres, me imagino sus rutinas de vida manejando por la noche unos
tras otros, protegiéndose, acostumbro a escuchar sus conversaciones cuando los tengo cerca y en ellas se
pavoneaban sobre los camiones que conducen, simples conductores que hacen suya la máquina como una casa
arrendada que arreglamos y cuidamos convirtiéndola en nuestro hogar. También los hay que no conducen de
noche, se acomodan en sus literas, al día siguiente desfilan a las duchas y mientras desayunan calientan los
motores, revisan la carga, los neumáticos, cargan combustible con los motores ya calientes y parten a sus destinos.

Pido la cena del día y mientras espero observo a los hombres, feos, lindos, gordos, flacos, con bigotes, sin bigotes,
todos mirando el televisor, uno de ellos me mira, le sostengo la mirada por un instante, miradas vacias. Los
conozco, entre diez hombres siempre hay uno que anda buscando estar con una mujer un rato, los conozco porque
trabajo con ellos, conozco las miserias de aquellos que se las dan de galanes, conozco a otros llenos de valores
¿o temores? que son incapaces de ser infieles a sus mujeres, también sé de sus cansancios y de sus olvidos.

Miro el televisor y veo que están exhibiendo una serie de esas que duran seis meses luego comenzarán las
noticias y entonces ellos empezarán a retirarse, escuchan las noticias en sus radios. Yo, a la inversa, esperaré a
escuchar los titulares antes de irme porque mientras manejo escucho música, sólo música, a veces nada, el
silencio, el motor de mi auto y mi respiración, ahora me acompañará el ruido de la lluvia cayendo sobre el techo.

Pido la cuenta e intuyo que la garzona me espera sólo a mí para cerrar, la imagino cansada y me apuro, toda la
jornada llevando platos de un lado a otro, sonriendo obligada y con ganas de estar en su casa dando cenas a los
que ella quiere.

Subo a mi auto en silencio y enfilo hacia la carretera, casi no hay tráfico pero llueve y la noche está muy oscura. Voy
al máximo de la velocidad permitida de pronto he sentido apuro por llegar a mi hogar, quiero acostarme con mis
hijos, a veces hay dos en mi cama pero me acomodo en la orilla que está tibia, los abrazo y siento sus
respiraciones tranquilas, en sus sueños me han escuchado llegar y sienten mi protección.

Empiezo a encontrar los camiones cuya velocidad es menor debido a sus pesadas cargas, les señalizo el
adelantamiento y nos hacemos guiños con las luces, creo que saben que soy yo, vieron mi auto en el
estacionamiento y calculan acertadamente a qué hora los adelantaré. Luego estará lista la doble vía, ya no habrá
tantas señales tal vez sí las mantengamos, somos los dueños de esas carreteras en las noches.

Otro camión, me asomo a la izquierda, es más de uno, es que como llevan carros acoplados me cuesta calcular y
está tan oscuro, la lluvia no cesa, levanto las luces y acelero aún más, son más camiones parece que son tres, que
no aparezca ningún vehículo en sentido contrario, no podré meterme entre ellos van muy pegados, acelero, son
cinco camiones, trato de recordar ese tramo de carretera ¿vendrá una curva?. Que no aparezca ningún vehículo ya
me falta solo adelantar uno, sigo con mis luces altas, si viene algo en sentido contrario las verá, no puedo ver mi
velocímetro, da lo mismo, llevo controlado mi vehículo, solo que si viene otro en sentido contrario no podré irme a la
berma izquierda.

Por fin los adelanto a todos ¿en qué estuve? ¿cómo me arriesgué tanto? enciendo mis luces de alerta dando las
gracias al último camión adelantado, me saluda alzando sus luces por un instante.

Empiezo paulatinamente a disminuir la velocidad para llegar a la permitida, sé que la sobrepasé.***